Nunca antes, en la historia reciente, habíamos pasado por tiempos tan complejos como difíciles que nos desinstalan de nuestra cotidianidad y rutina, tal como actualmente sucede con el paso de la pandemia que aún persiste y pone en riesgo la vida de muchas personas sin distinción de edad, sexo o clase social.
El Covid-19 sorprende cada día a los científicos del sector salud, con la aparición de nuevas cepas que obligan a replantear las defensas que en un principio eran válidas y atacan nuevamente a la población mundial, y al mismo tiempo conduce a profundizar en los estudios sobre su génesis y consecuencias fatales. Es un hecho contundente, que el modo de mirar las cosas y la sociedad en general, ha cambiado, las relaciones interpersonales se han debilitado, por aquello de la distancia, el tapabocas y los mecanismos de bioseguridad de obligatorio cumplimiento con el fin de disminuir la fuerza de la pandemia.
La sociedad vive hoy entre el temor y el miedo, temor de ser contagiado y miedo al darse cuenta de la fragilidad humana, que todos somos finitos, que la ciencia es vencida de un momento a otro, por enemigos inesperados y debe hacer ingentes esfuerzos para combatirlos, tomando riesgos imprevistos, nunca antes imaginados.
Es necesario, ahora que se presentan los problemas graves, como resultado de la pandemia, estar atentos a escoger y tomar decisiones sensatas y certeras acerca de la mejor manera y correcta de retomar el camino perdido, buscar la ruta adecuada para volver a la normalidad y para hacerlo lo más conveniente es eliminar de la razón el miedo a regresar, el temor a contagiarse, la sospecha de convivir entre los otros, cuando se pone en duda la seguridad en la presencialidad de los estudiantes en las instituciones educativas, por ejemplo, cuando se tienen dudas de la positividad de la virtualidad, cuando se crean falsas expectativas acerca del fin de las inquietudes sin respuesta, dejadas por el virus, cuando pululan las falsas noticias alrededor de la pandemia.
Es igualmente una realidad palpable, la necesidad de la reactivación, no solo de la economía, sino también de todas y cada una de las actividades de la vida diaria, salir de la casa, caminar de nuevo con tranquilidad por las calles, ir de compras sin miedo ni temores infundados, reunirse en familia y los grupos de parientes y amigos, retomar la solidaridad. Todo lo anterior se puede lograr, arriesgando un poco, conservando estrictamente las medidas de bioseguridad y algo supremamente importante, mantenerse bien informado sobre los avances científicos en el manejo de la enfermedad.
Es una certeza innegable, que el trabajo y el estudio se van a establecer a través de los dos procedimientos de ahora en adelante, se impone la virtualidad y la presencialidad, ambos caminarán de la mano, hacia nuevas modalidades de convivencia que no se habían imaginado en época alguna.
No es la hora de buscar chivos expiatorios, pues parece ser, que todos los gobiernos afectados por la pandemia, cometieron errores, graves unos, menores otros, pero el fin que se buscaba era acertado y no era otro que frenar el avance vertiginoso del virus. Lo más conveniente es la cooperación con los procedimientos científicos ante la gigantesca nube de informaciones falsas que solo producen miedo y temores infundados.
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