El agua contaminada mata a decenas de miles de personas en Pakistán

Kinza, de apenas 15 días de vida, gime suavemente en un hospital de Islamabad, aquejada de diarrea y de una infección sanguínea. El agua, siempre escasa en Pakistán, alcanza niveles de contaminación dramáticos y causa decenas de miles de víctimas. Envuelta en una manta de colores, Kinza no se mueve apenas. Su madre, Sartaj, vestida muy modestamente, no entiende qué le pasa: «cada vez que le doy el biberón hiervo el agua».

El agua que circula por la capital está cubierta de inmundicia. Según la ONU y las autoridades paquistaníes, entre 30% y 40% de muertes y enfermedades están relacionadas con la mala calidad del agua. «Es el problema número uno en términos de salud pública», afirma el profesor Javed Akram, decano de la facultad de Medicina de Islamabad.

Cada año, 53.000 niños paquistaníes mueren de diarrea tras haber consumido agua no potable, señala Unicef. Fiebre tifoidea, cólera, disentería y hepatitis son frecuentes. En Lahore, con 11 millones de habitantes, el río Ravi, que abastece en agua a la ciudad, sirve de desaguadero a cientos de fábricas que se encuentra río arriba.

«Varios estudios mostraron la presencia de metales pesados en las espinas del pescado», señala Sohail Ali Naqvi, responsable del programa «agua» de la oenegé WWF. El Ravi sirve también para irrigar los cultivos circundantes, ricos además en pesticidas.

“Necesidades considerables”

«Hay necesidades considerables de inversión en el saneamiento», insiste el Banco Mundial, que en 2012 estimaba las consecuencias de la polución en US$5.700 millones por año, un 4% del PIB de Pakistán.

La falta de infraestructuras es dramática. En un país donde «el medio ambiente no forma parte de la agenda política», no hay «casi plantas de tratamiento de aguas usadas», denuncia Imran Khalid, investigador del Instituto Político sobre el Desarrollo Sostenible. En Lahore, ninguna.»Los que pueden permitírselo compran agua embotellada. ¿Pero qué pasa con quienes no pueden?», se indigna.

En Karachi, con 15 millones de habitantes, las mafias suplen la pobreza de la red local, a menudo cortada, vendiendo a precio de oro el precioso líquido que llevan en camiones cisterna. La justicia obligó a mediados de diciembre a la provincia de Sindh, de la que Karachi es capital, a presentar en enero un plan que permita a «todos los habitantes» beber agua potable, al término de un juicio por corrupción e incompetencia.

Ante la indignación general, Sindh y Pendjab, provincias que reúnen más de la mitad de la población del país, ya anunciaron medidas para mejorar la calidad del agua. Pero ésta no está solamente contaminada, también es cada vez más escasa.

Según todas las proyecciones oficiales, el país, cuya población se quintuplicó desde 1960 para alcanzar 207 millones de habitantes, se encontrará en 2025 en situación de «penuria absoluta», con menos de 500 m3 disponibles por persona. Es tres veces menos que en la Somalia actual, según la FAO.

“Falta de visión política”

Pakistán, que ve derretirse sus imponentes glaciares himalayos y registra monzones abundantes e inundaciones, solo tiene tres grandes reservas, frente a más de mil en países como Sudáfrica o Canadá, constata Bashir Ahmad, del Centro Nacional de Investigación sobre la Agricultura.

Por lo tanto, no se puede conservar gran parte del excedente para utilizarlo durante la estación seca, señala Ahmad, denunciando la «falta de visión política». «La crisis es inminente. En las ciudades, el nivel del agua baja cada día», advierte Muhamad Ashraf, presidente del Consejo de Investigacón paquistaní sobre fuentes de agua, un órgano público.

Ante la falta de lluvia regular, se bombea el agua de napas freáticas cada vez más profundas, donde el contenido en arsénico es naturalmente mayor, explica. Unos 50 a 60 millones de paquistaníes se envenenan poco a poco, según un estudio internacional divulgado en agosto de 2017.

Sin embargo, por falta de información, o de conciencia ecológica, el derroche sigue siendo la norma. El Islamabad, el asfalto se riega para quitar el polvo, los coches se lavan diariamente, los céspedes se irrigan generosamente. Ashraf fustiga la «falta de educación» en esta situación «alarmante».

ELESPECTADOR