El Pacífico cumple su cita de 24 años con la Feria de Cali

Cinco racimos de plátano verde, cada uno con unas 20 unidades en promedio, se trajo María de las Mercedes Alegría desde la población caucana de Guapi, para cumplir su cita en Cali, en el Día del Pacífico.

Junto a otras 29 cocineras no paró de atizar los fogones hasta la medianoche, cuando Herencia de Timbiquí subió a la tarima para cerrar la jornada en el segundo día de la Feria de Cali.

Cada tostada de plátano la vendió a 2.000 pesos, las papas rellenas de camarón a 3.000 y los exóticos tamales de piangua a 20.000.

Día del Pacífico

“Todo es especial en el Día del Pacífico porque, todo, refleja la cultura del Litoral; lo que queremos es trasladar el Pacífico hasta aquí, a la Plazoleta de San Francisco, es una forma de decirles que el Pacífico saluda a Cali y los invita a sus fiestas”, decía Lilian Rosero, la organizadora de uno de los eventos más autóctonos de esta Feria.

La jornada se inició con una alborada, la que recuerdan las fiestas patronales, cuando los grupos musicales despiertan a los pueblos con sus cantos; después fue el turno para los niños, el semillero que garantizará que estos aires del Pacífico no se perderán.

Todo es especial en el Día del Pacífico porque, todo, refleja la cultura del Litoral; lo que queremos es trasladar el Pacífico hasta aquí, a la Plazoleta de San Francisco

Hacia el mediodía, ocho sacerdotes, encabezados por el padre José González, oficiaron una misa aculturada en la que se danzó y se realizaron ofrendas frutales alrededor del altar. Después, llegó un mano a mano entre la marimba y la chirimía, cantos y bailes declarados por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Mientras la música sonaba los visitantes se deleitaban con la gastronomía.

Luisa Fernanda Martínez desde la población caucaba de Timbiquí media tonelada de pelados y gualajos para freír, según el tamaño los vendió entre 20.000 y 30.000 pesos.

Al otro extremo de la Plazoleta estaba Amparo Arrechea Perea quien ofrecía telas africanas para hacer turbantes y a quien se las compraba, le dictaba un taller de cómo colocárselos y les encimaba una foto; se conseguían entre 10.000 y 20.000 pesos. Ella procedía de Santander de Quilichao.

CARACOL