El submarino argentino perdido en el Atlántico sur había comunicado una avería en las baterías en su último reporte el miércoles pasado, antes de que la Marina lo reportara desaparecido, reveló este lunes un jefe de la Armada.
«El buque salió a superficie y ahí comunicó esta avería, por eso el comando de la fuerza le dice que cambie la ruta y venga a Mar del Plata», dijo en rueda de prensa Gabriel Galeazzi, jefe de la base naval de esa ciudad 400 km al sur de Buenos Aires adonde debía arribar el «ARA San Juan» este lunes.
Siete países participaban con equipos sofisticados en la búsqueda del
submarino argentino perdido hace cinco días con 44 tripulantes en aguas del Atlántico Sur, agitadas por un persistente temporal que complica aún más la identificación de alguna señal del sumergible.
Fracasado hasta el momento un avistaje en superficie, las esperanzas están puestas en detectar una llamada satelital desde el submarino que permita localizar su posición.
El sábado siete intentos de comunicación con las que no se pudo establecer contacto llenaron de fe a los familiares que aguardan una señal de vida del submarino. Pero el domingo un silencio sepulcral volvió a ensombrecer la espera y generó incertidumbre sobre si las llamadas, de breves segundos y débil señal, habían provenido del «ARA San Juan».
Sin embargo, este lunes la Armada Argentina informó que estas llamadas no pertenecen al submarino: «Hemos recibido oficialmente el informe de la empresa que investigó todas las señales y explicó que los siete intentos de comunicación del sábado no se corresponden con el teléfono satelital del submarino» perdido desde el miércoles pasado, dijo el portavoz de la Armada, Enrique Balbi, en rueda de prensa.
La zona de búsqueda inicial era un área de 300 km de diámetro a 450 km de la costa argentina en el Golfo San Jorge. Allí el submarino navegaba de regreso de Ushuaia (extremo austral) hacia su apostadero de Mar del Plata, 400 km al sur de Buenos Aires, cuando se contactó por última vez el miércoles pasado.
Pero la posibilidad de que el submarino se halle a la deriva sin propulsión y sometido a vientos de 90 km/h y gran oleaje por varios días, obligó a ampliar la zona casi siete veces.
ELTIEMPO